No me guardes rencor por mi largo silencio; sería mucho más horrible si supieras de cuántos fragores y sordos ruidos se componía.
Algo así decía Cortázar, atinado.
Y es que vengo arrastrando tantas palabras, me pesan, pero nunca aprendí como decirlas. Por eso escribo, o es una de las razones. Quizá. A menos que..
Pudieran ser palabras de más si te dijera que siempre me sentaba en la derecha, paraba la nueve, me subía. Seis cincuenta. Gracias. La mayoría de las veces no había asientos desocupados, no era problema. El problema venía cuando la ruta subía el puente, encima de los alcanfores, y mi estómago se revolvía, yo apretaba los ojos. Siempre he pensado que ese puente está mal construido. Si hay que construir puentes, hay que hacerlos agradables. Eso. Pensaba en tantas cosas, en verdad tantas. Una tranquilidad rara, pero el hecho de que fuera rara no importaba. Tranquilidad. Bajarme en la esquina, afuera de la prepa norte. Caminar unas cuadras hacia tu casa, siempre por debajo de la banqueta. Las señoras de la estética. El recuerdo del perro libre, ahora. El callejón, tu ventana. Y ahí viene algo secreto. Incomprensible. Confieso que al pasar por tu ventana siempre intuía que estabas ahí, recostado en tu cama, observando de manera oculta, esperando el momento en que yo pasaba. Todas esas veces yo sabía que no era así, que quizá estarías escuchando música sentado frente a la computadora, o haciendo cualquier otra cosa, jamás esperando verme pasar, jamás oculto detrás de la cortina. Pero, la sensación de sentirme esperada y observada, es una sensación bella. Yo sabía, ¡estaba segura! que no estabas ahí. Pero era lindo imaginar que sí. Y nunca volteaba; no quería descubrirte y verte ahí tapándote con la cortina, un ojo detrás del cristal. Supuestamente. Y esos diez segundos que tardaba en caminar frente a tu ventana; eran los diez segundos más placenteros y hermosos de todos aquellos días..
Te tengo una noticia.
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