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"¿No hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente?"

lunes, 12 de abril de 2010

Máquina

Necesito indiferencia. Me ha faltado desde siempre. Incluso desde antes de nacer y abrir éste par de ojos ante éste mundo complejo, deteriorado, viejo y autoritario. Incluso desde antes de que mi madre me creara entre sus pensamientos –aunque nunca haya sido así-.
Indiferencia existente en millones de personas desde tiempos remotos y lejanos. Indiferencia que poco a poco va consumiendo a cada habitante de este planeta Tierra, sumergiéndolos en el conformismo y la rutina, la agobiante cotidianidad en la que se van hundiendo día con día.
Nacer, crecer, reproducirse y morir. Los pasos que tiene que seguir cada ser vivo que viene a caer causalmente en éste pedazo de espacio y tiempo. Más, nunca se ha dicho que se tiene que nacer obligatoriamente. Crecer estúpidamente y tan sólo abarcando lo objetivo, reproducirse a lo pendejo, y morir arrodillado. Nunca se ha dicho, sin embargo miles de personas viven su vida así –si es que a eso se le puede llamar “vivir”-. Yo no poseo el recetario mágico para que la vida valga la pena. Ni lo quiero tener. Sin embargo, muchos creen tenerlo y te llenan la cabeza de idioteces y mandatos de cómo vivir tu vida. Haciéndote creer que hay un solo ser supremo al cual debes de seguir sin protestar ni preguntar el porqué arrodillarte ante una imagen con la cara de un señor que se parece a Don Martín el de la tienda. Sin preguntar porqué los seguidores de ese barbudo rechazan y juzgan a los homosexuales, cuando en la biblia dice que alguna vez el dijo “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Siempre sin poder preguntar.
Cada vez mas gente sumergida entre los cabellos del conejo que sale del sombrero del mago.
Si ellos lo hacen. Si ellos no preguntan, si ellos no protestan, ni se preguntan porqué salen del sombrero, ¿Porqué yo no puedo hacerlo? ¡Quisiera poder hacerlo! Quisiera unirme a esa masa de gente apendejada por la televisión, quisiera platicar con ellos de porqué Cuauhtémoc Blanco se separó. Quisiera poder ir a arrodillarme y rezar junto con ellos sin preguntarme porqué lo hago. Sin pensar que ese señor en el atrio es mas pecador que yo. Quisiera hacerlo.
Hoy en la mañana, mientras buscaba unos cerillos para prender el fogón de la estufa y calentar agua para café, observé que mi mamá veía atentamente la televisión, eran las 8:30 am, por lo tanto estaba ese noticiero matutino con sus conductores retrógradas y un tanto idiotizados, y me llamo la atención particularmente un anuncio en el que decían “¡Señora ama de casa! ¡Usted que está detrás de la pantalla! ¡Sí, Sí, usted, ama de casa bonita y dadivosa! Si usted, señora bonita, está cansada de ir rumbo al supermercado a comprar su despensa y que los vagos indigentes le pidan una moneda para su taco, y usted irremediablemente se pone a llorar porque ellos no conocen nada de la vida, no tienen maquillaje para cubrir sus arrugas y verrugas, y demás, no tienen ese abrigo que usted compró en Liverpool para quitarse el frío, y a usted se le quiebra el corazón! Señora, damita, bonita, ya no se tiene porqué preocupar… Hemos creado, especialmente para usted, una maquina… Si, damita hermosa, una maquina lujosa para que usted, señorita dadivosa, deje de sentir tanta lástima por los vagos drogadictos. Si usted está dispuesta a dejar de lado todos esos sentimientos rompecorazones, llame al numero 5557493 y le llevaremos hasta la puerta de su casa la maquina de la indiferencia. Por un costo tan solo de 1999 pesos. Pero si usted llama en éste momento, se lo entregaremos por tan solo 1990. ¡No pierda la oportunidad de cambiar su vida! ¡Llame YA!...”
Me quede perpleja, anonadada, al ver tal anuncio en la televisión, si no es por el vapor que caía del techo de la cocina anunciando que el agua ya estaba hirviendo, me hubiera quedado viendo la pantalla de la tele vieja como estúpida por más tiempo. Tomé una taza, agarré cuidadosamente el pocillo con agua caliente y la vacié sobre la taza. Una de café. Dos de azúcar. Me disponía a prender un cigarrillo cuando, como un balde de agua fría, me cayó a la cabeza la idea de marcar al 5557493, “¡ha!, invento de hombre blanco” pensaba para mis adentros “ya no saben ni que inventar”. 5557493. Aquellos números retumbaban en mi cabeza. 5557493. Pensé que no perdía nada al marcar a ese número. Tampoco perdía nada si pedía uno de esos artefactos y observarlo durante largo rato. Bueno, tampoco perdía nada si lo probaba. A fin de cuentas, si servía; mejor para mí. Y si no, podría utilizar cada pieza de la máquina para hacer joyería. ¡Faltaba más!... ¡Puta! El dinero… Recordé que debajo de la cama tenía tres mil pesos que me acababan de mandar para comprar pintura y fabricar una manta gigante que diga “Si me van a excomulgar que me regresen el importe de mi primera comunión..." Pero bueno, si la maquina funcionaba como decía en el anuncio, ya no me tenía que preocupar por defender mis derechos y el de mis compañeras del colectivo.
Todo parecía estar a mi favor. “¡Son señales Divinas!” me gritaba mi madre desde el baño.

Suena el timbre. Desde la ventana veo a un tipo esperando en la puerta con un par de hojas en la mano y una caja detrás de él. “Un paquete para usted. Fírmeme aquí nomás. Ah, y aquí también, una más por acá y detrás de está hoja, ahí abajito “señito” regáleme otro autógrafo” “hehehe” Que pinche graciosito…
Ahí está. Frente a mí. Siento que me observa. Los ojos de la indiferencia. Está ahí paradita en la sala esperando que la use para cegarme los ojos y hundirme poco a poco dentro de los pelos del conejo blanco.

-minutos más tarde-

No se que ha pasado. Recuerdo jalé una palanca de metal, presioné tres o cuatro botones, y de pronto, para mi sorpresa, de los lados del artefacto salieron dos manos de cobre y me colocaron una venda en los ojos y me empezaron a hablar de gente que sale en la televisión y me dieron los resúmenes de las novelas de TV azteca y de televisa. No recuerdo más.
Ahora estoy aquí, sentada frente a la caja idiotizadora –comúnmente llamada Televisión- esperando que den las 6 para ver a Paty Chapoy. Escuché algo así de que Cabañas ya despertó y no ha declarado aún. No me lo puedo perder. No me lo puedo perder…

domingo, 11 de abril de 2010

Rozaba.

Dibujo: Daniel Alfonso Romero Pulido, mejor conocido por la banda como el Zooooooom.

Monólogo de un maniático.



La taza se iba a caer. Rozaba. Calor, con calor. Recurría continuamente a aquél cabaret. Me causaba una sensación placentera observar el modo en que acomodaban las mesas, dando justo a un metro del escenario. Ni tan lejos como para perder de vista algún detalle, ni tan cerca como para percibir el olor a tabaco y alcohol que emanaba del cuerpo de las bailarinas. Ella siempre repitiendo el mismo ritual, mi Elenita adorada, como si conociera mis manías. !No sé en qué momento se te ocurrió variar!. Te veías radiante con la sencillez del tubo metálico. Así, lo normal. Lo esperado. Hasta que llegué y ví aquél vapor, aquella taza de café. Comprendo que lo hiciste para variar, sorprender, innovar. Yo te amaba, Elenita. No necesitaba de una taza. Bailabas alrededor de ella. ¡Con tu calor era suficiente, Elenita! ¡Yo no necesitaba de tu estúpida taza! Tambaleaba algunas veces. Rozaba con tu espalda. Con tus rizos. Y yo no soportaba aquél tambaleo del café. Entiendeme, Elenita. Se iba a caer. Iba a caer. ¡Rozaba, Elenita, rozaba! Cada dia era lo mismo. La taza, el vapor, tú, tu cabello. Entiendeme. Tambaleaba con cada roce. Y yo sentía que que mi cabeza estallaría en cualquier momento. Observaba, fueron tres noches, observaba cada movimiento tuyo mientras el ritual fascinaba a los expectadores. Y adivinaba el momento en que tu piel rozaría con la cerámica y sentía que un terremoto zucumbía mis entrañas. Exploté. Exploté como la bala lo hizo en tu pecho. Aquél que en sueños aparece perturbando mi estancia entre éstas cuatro paredes grises. Ya no tambalea, Elenita. No roza. No tambalea.